en ciertas ocasiones en las que no pienso demasiado en ese cómo que tanto me preocupa, el frío se va. empieza a reccorrer otros caminos, y entonces no me molesta, se aleja y no me persigue. me lleno de cosas más vivas, me sumerjo en pensamientos más bonitos, que no me tientan a hacer-el-tipo-de-cosas-que-supongo (mal, por supuesto, y soy demasiado consciente de que está mal suponer así) me van a hacer sentir bien. es solamente un figura, una cara que-se-ve, que se muestra, una faceta que no es más que s u per f i cial, y no es que no sea importante - porque para más de un aspecto es necesario que esa faceta sea la que a uno le gusta ver, y mostrarla lo mejor posible - pero cuando pienso-pienso y miro todo-como-tiene-que-ser, siento que se va alejando la "importancia", y que no es solamente eso sólo con lo que más de uno se conforma. sino todo lo demás. de hecho siempre pensé-sentí-dije, que no es tan importante, el frío no es bueno siempre (de hecho nunca lo es), que hay cosas mucho más valiosas, y sobre todo, menos dañinas y menos perjudiciales y menos sucias y menos-menos asquerosamente vomitivas. cuando pienso por cinco minutos sobre lo bueno que está vivir llena de vida y sentir que los ojos no brillan por llorar, y sé que es con más que voluntad y propia iniciativa y el autocontrol que me autopropongo, pero que a pesar de a veces sentirme sola, y que no puedo no puedo no puedo, es posible - lo es - salir del pozo con uno salto de esos que te ponés de rodillas casi para tomar el impulso perfecto. y salir y ver lo que hay afuera, y ver-que-se-puede, y sentirme dichosa y orgullosa de lo que logré. y decir que se puede porque pude. y probarlo, y creérmelo.
(lo jodido es que todavía no llegué a eso. pero, p e r o, ya voy a llegar. lo-sé)
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