monólogo diéz-aéme

Comienzo, empiezo, principio, inicio, hola. si, hola, porque me encontré recién levantada, con las manos en la taza, que rebalsa, de café batido - qué placer esta espuma - ; porque sabés, sabías qué? te pensé, me acordé, te quiero responder, me desperté con ganas de. Porque me viste destapada y cagada de frío, durmiendo como marmota - pero cuánta vergüenza me dá ahora pensar esto, vergüenza y satisfacción; no saliste corriendo del asco - y me tapaste los pies fríos y fuiste al sillón.
Cómo no te conocí una noche de brujas, pero años atrás; me hubiese ó habría, ó hubiera, ahorrado una cantidad enorme de lágrimas; pero es que no podemos jugar con el tiempo; y es que sí, las lágrimas las tenía que llorar, y tenían que doler – y ván a seguír doliendo, ya sé, no lo digas, ya sé – para ahora, saber lo lindo que es cuando no quieren doler.
Te quería decir, que te quería contar – viste que la tercera persona de-sa-pa-re-ció? – que me encanta vivir en un castillo, fue mi sueño desde chiquita, cuando a veces jugaba a las muñecas (porque yo, mucho de Barbie nunca tuve) a las princesas; tendrías que seguir carrera de arquitecto, te iría bien, pero tenés que sonreírme más, no porque me olvide, no. A mi el tema de construcciones y dibujo técnico no me gusta mucho, no creo que pueda hacer castillos, pero entonces pienso y pienso, y concluí en que te voy a regalar un collage, aunque sea un poco robado – no me importa, amo collagear – un poco trillado, te voy a hacer un collage, de caricias, con letras y palabras, y colores y sin palabras y sin formas, y con besos y abrazos y siestas; y te voy a llevar a tomar café, en una mesa para dós, con azúcar y sin edulcorante. Y en esa mesa te lo voy a regalar y voy a llenarme de vergüenza – qué basura, cuánto te gusta – entonces voy a fumar ó sacar fotos a la nada.
Y me puedo ir por las ramas, de esos árboles que sabemos que de abajo-abajo se ven mejor y más lindos, pero pero pero me voy a quedar un ratito más por acá. Puedo seguir contándote cosas que ya sabés, y que no también, que me acuerdo de los por qués sin-saber-por-qué, entonces (y este entonces tiene el tono de uno de esos de cuando te cuento los cuentos de mis días) te digo dospuntos-abrocomillas buen día pestañas con ojitos, ojitos sin anteojos, ojitos de qué poco que dormimos, que qué lindos ojitos que me miran que me muera de vergüenza y qué lindos ojitos que tengo el gusto de mirar, buen día cierrocomillas; hoy te quiero leer un libro, te quiero bailar el agua, te quiero hacer café, te quiero ver dormido con tus pestañas con ojitos – sin anteojitos - cerradas, te quiero ver al pasto al sol hecho un hippie pelicorto singorrito por el calor de febrero que hace hoy.
Anoche pensé en tener huesitos de cristal, sería peligroso, aunque es una buena excusa para recibir más – más – abrazos tuyos, y es buena excusa, así, mi castillo estaría cubiertísimo de colchoncitos cual cuarto manicómico; eso sería divertido, sí, podríamos jugar a saltar sin miedo a caernos y golpearnos los codos contra las puntas de las mesitas de luces. Pero si nos caemos nos caemos juntos, y si me caigo me ayudás a levantarme, y si te caés te ayudo yo a vos; y así sería el círculo de la vida de las caídas en mi castillo.
Estoy a punto de llegar a la punta de una de las ramas medio bajas de aquel árbol de plaza Francia, así que voy a obligarme a poner un punto y aparte para que no te canses de leerme.
Te veo en unos ratos – sí, digo unos, porque si digo un, me va a parecer eterno, entonces pluralizo, es más real y la espera sabida de que falta, cuánto, sí, unos ratos – y voy a tratar de llegar con hambre, así no siento culpa cuando te coma todo, de que sos tan lindo que te como todo, que qué calor que hace pero meloseo igual, y te convido coca y te reto cuando fumes.
Hasta el cielo, quiero té, mucho. Que lo sabés. Y me encanta.

17-02-09