-entre

hubo un día, ya amanecido,
que repentinamente abrí los ojos,
en esa somnolencia medio inconsciente;
las persianas estaban tan abiertas
y los ojos empezaron a arder,
los anteojos de mirar no estaban donde siempre,
el libro que había dejado a medio leer
sobre la mesita de luz, tirado en el suelo,
las sábanas tiradas,
colillas desparramadas a mi alrededor;
una vela, luz
reflejo; no, no era yo
esa cama no era mia, ni esas mis manos,
aquél suave sonido, un respiro,
dulce lluvia;
sobre las cortinas,
había olor a viejo.
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