cuatro colores bailando en un sinfín de sonidos, siempre distintos, siempre únicos e irrepetibles.
cuatro colores que suenan y que sueñan, y lo demás, alrededor, parece no existir ni estar ahí.
cuatro colores dentro de otros colores, y unas manos que los sostienen y hacen vivir, equivocándose, para seguir.
el temor de no encontrar respuestas, y tener en mano respuestas que no tienen preguntas y molestan y enferman y no dejan seguir y no dejan ser, porque se clavan en medio de la frente, y no hay forma de sacarlas de ahí. respirar.
hacer que suene el teléfono, escuchar el mate dulce, no tan dulce, ver el calor y la desesperación por quitarlo de encima, que no se pueda sacar, que el mate no sea dulce, que el teléfono no se ría, que el reloj se detenga. basta. basta; respirar de nuevo.
cuatro colores que no suenan porque abruma la inocencia de pensar que van a bailar solos; podemos manejar los cuatro colores, podemos sonreír ante cien soles, cuatro colores que no son los de siempre, cien soles que no dejan pensar. situaciones que no dejan respirar.
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